Amor a primera vista
El placer de recorrer sus calles, sentarse un uno de sus bares a tomar café, el recuerdo de algún músico en una plaza cualquiera, evocar las tardes otoñales de la capital francesa, es un privilegio imposible de olvidar.
Para muchos Paris, es la ciudad más bella del mundo. Tal vez tenga algo que ver con las vivencias que podemos transitar cuando comenzamos a conocerla. Muchas ciudades europeas tienen alguna esquina, algún café, alguna ventana que pareciera sacada de París. El viajero sentirá que siempre es más linda con frío. Durante el otoño tiene una luz muy particular, desde cualquier ángulo luce bellísima. Los atardeceres no resultan melancólicos: están llenos de vida, de ruidos, de idiomas diferentes, de colores y de texturas. Vale la pena cruzar el mundo para tomar un café en la calle durante cualquier atardecer de París.
Después de que uno ha cumplido con todas las obligaciones del manual del buen turista como visitar el Louvre, el Pompidou, la Torre Eiffel, la Opera, entre tantas otras cosas. Inclusive Euro Disney, si uno tiene niños, o no. Después de todas esas visitas, uno puede por fin elegir cualquier bar y sentarse en la vereda a tomar un café.