Tratar de explicar el impacto que se siente al ver de improviso la magnificencia de los templos de Abu Simbel, aunque estemos cansados de verlos en cine, televisión o libros. La idea que podamos tener formada hasta ese momento será algo insignificante comparado con encontrarse frente a esta maravilla. La magnitud de esta obra nos enfrenta a la pequeñez del ser humano y nos enfrenta a la realidad de realizar obras descomunales en tiempos tan remotos.
En la región de Nubia, en el extremo sur de Egipto, nos encontramos con la maravilla de Abu Simbel, próximo a la frontera con Sudan y a orillas del lago Nasser. La formación del pueblo se debió al traslado de los dos templos. 189 metros colina arriba, con el cometido de salvarlos de la aguas del lago cuando fue construida la represa de Asuán en 1960.
Lo único que hay en el lugar son los templos, se puede hacer la visita en unas tres horas, viajando desde Asuán en avión. Luego del aterrizaje un bus nos llevara a través del desierto hasta los templos. Traspasando la entrada nos encontraremos con un cerro de unos 100 metros, su construcción artificial esta recubierta de rocas y arena simulando el original. Luego de rodearlo se nos aparece el templo de Ramsés II, el rey dios cuyo reinado duro del 1290 al 1224 a.C.
Las cuatro figuras sentadas que lo representan en la fachada, tienen 20 metros de altura y fueron esculpidas en la roca, a lo mismo que el resto del templo, lo mismo que el de Nefertari, levantado a su lado. Que no queden dudas, una experiencia como esta deja un recuerdo imborrable en quien la haya vivido.